Conservas de Cambados

Un legado de Conservas de Cambados

En el confín noroeste de la Península, donde la tierra se deshace en rías plateadas y el mar susurra historias ancestrales, surge un nombre que encarna el alma de Galicia: Conservas de Cambados. Fundada en la década de 1950, esta empresa no es solo un taller de salazones y latas brillantes, sino un custodio de sabores que hunden sus raíces en el diálogo eterno entre el océano y quienes lo habitan.

Cambados conservas

Historia tejida con redes y mareas

Nacida en el seno de una tierra marcada por el vaivén de las embarcaciones, Conservas de Cambados comenzó como un modesto proyecto familiar, donde las manos curtidas por el salitre transformaban el fruto del mar en tesoros perdurables. Con los años, su nombre se elevó como un faro, no por la grandilocuencia, sino por la fidelidad a un arte que exige paciencia: seleccionar mejillones de las bateas —esas islas flotantes donde el molusco crece entre aguas bravas y dulces—, para envasarlos cuando su carnosidad alcanza el punto exacto, ese que la Denominación de Origen Protegida Mejillón de Galicia certifica como herencia geográfica.

Vatea mehillones gallegos

Productos que son versos del mar

En sus latas no hay prisa, sino el compás de las estaciones. El mejillón DOP, estrella indiscutible, se presenta en su jugo o escabechado, conservando el aroma a algas y la textura sedosa que solo las rías vigilan. Pero junto a él, navegan otros manjares: navajas que parecen capturadas al ritmo de la bajamar, zamburiñas que guardan el eco de las profundidades, y berberechos que estallan en salobridad, como si el propio océano hubiese dictado su receta. Cada producto es un mapa de sabores donde se lee la latitud de Galicia: 42°N, donde el plancton florece y los vientos modelan la vida marina.

Datos que hablan de raíces y futuro

Entre cifras, la empresa es un puente entre tradición y rigor: el 100% de sus mejillones proceden de la DOP, cultivados en aguas clasificadas como de "Excelente calidad" por la UE. Sus procesos, aunque modernizados, replican el saber hacer de los conserveiros de antaño, evitando aditivos y priorizando la mano experta que distingue un lote excepcional. No en vano, sus exportaciones llegan a mercados tan exigentes como Japón o Francia, donde el nombre Cambados evoca autenticidad en un mundo de prisas.

Conservas Gallegas

Productos que son versos enlatados

Aunque el mejillón es su poema épico, el catálogo de Conservas de Cambados es una cantiga de amigo a la diversidad del Atlántico:

Navajas y berberechos:

Capturados a mano en bancos areneros, con un tamaño y textura que desafían a las conservas industriales.

Vieiras y zamburiñas:

Asadas a la brasa antes de su envasado, técnica que potencia su umami y evita la «agua» en el fondo.

Sardinillas en aceite de oliva:

Piezas pequeñas pero intensas, ideales para tapas de lujo o revueltos con huevo campero.

Conservas de Galicia

Datos que hablan en gallego

Trazabilidad total:

Cada lata puede rastrearse hasta la batea de origen, con registros de temperatura del agua y fecha de cosecha.

Sostenibilidad certificada:

Colaboran con proyectos de repoblación de bancos marisqueros y usan energía 100% renovable en sus instalaciones.

Mercados:

El 70% de su producción se exporta a países como Francia, Japón y Emiratos Árabes, donde se paga hasta 18€ por una lata de vieiras.

Decía Castelao que Galicia es «un país de lluvia y piedra, pero con el alma hecha de mar». Conservas de Cambados encarna ese espíritu: latas que atrapan oleadas, brisas y el orgullo de un pueblo que convirtió la humildad del mejillón en un manjar universal.

(Al cerrar los ojos, casi puede sentirse el crujir de la concha entre los dedos y el sabor a salitre que viaja, desde las rías gallegas, hasta el plato más exigente).